La miraba, la buscaba, mas sus ojos no percibieron su silueta delgada, algo extraño sucedía, de los 3 años que la conocía visualmente jamás se había retrasado a un ensayo, mucho menos a días de una importante presentación, su asiento le aguardaba mas ella no apareció.
Era el día del valor,
del amor,
de la ausencia.
No se concentró por mas fuerza que puso en su soplido, la intranquilidad de no mirar sus ojos se apoderó de él, por primera vez se sentía ahogado entre los 50 asientos que acostumbraba a visualizar, ahogado y con un aplastante vació. Su presencia le era fundamental para su música, era ella en quien pensaba cada corchea, cada matiz, cada silencio, era ella en quien el aumento de los tempos se le hacían un mero tramite, era por ella que el aire duraba mas de lo normal en un económico corno frances.
Hoy su mano quería sentir algo mas que el metálico agujero de rutina, quería la calidez de aquella muchacha tranquila que al tocar fija sus ojos en el papel indicador.
Mas hoy no supo de sus ojos, de sus manos, de su rostro, mucho menos del motivo de su ausencia.
Tocó contando los minutos para terminar el ensayo, las 3 horas se le hicieron 6 y lo sublime del sonido se volvió perturbador, con un ensayo general programado y unas cuantas canciones extras finalizó el ensayo y su inesperada agonía. Guardo rápidamente y se asomo entre los clarinetes de la forma más disimulada que pudo hallar,
¿Claudio la Pauli?, ¿Sabes porque no vino?
Dos preguntas que no levantaban mayores sospechas, por el contrario, recibieron unas cuantas suposiciones, nada claro, nada seguro.
Lo único seguro es que aquella responsable muchacha por alguna razón había faltado.
El tiempo transcurrió, los segundos avanzaron y el día del nuevo ensayo es hoy.
El mismo asiento vació hoy alguien lo ocupaba, ese alguien un tanto diferente pero extrañamente familiar, ese alguien era nada mas que ella misma con una mirada no conocida por él, decidido a no dejar pasar mas tiempo, se dijo a si mismo hoy si que le hablo, hoy tendré el valor de mirarla y hablarle a la vez, hoy no sudare con solo pasar por su lado, hoy no temblare al oír su voz.
Llego el momento, tomo su instrumento con la firmeza de quien sabe que tomará la decisión mas acertada de su vida y comenzo a caminar, respiró, pensó, respiró, pensó, respiró y al nuevamente pensar la firmeza inicial se desvaneció cuando al mirarle como cada final de ensayo ella le dedico un par de palabras: chao, nos vemos la otra semana y el sonrió con esa sonrisa idiota que solo se dibuja en la cara de aquel que se encuentra completa y rotundamente enamorado.