24 mar 2009

Sucumbiendo a los recuerdos

Me acosté, me senté, quise creer que esos simples movimientos lo resolverían todo.
Y aquí estoy tal cual, con la misma ropa, con la misma expresión y la misma pena, esa pena que ahogo cada día en un afán.
Conseguí mirarte a través de un agujero, un agujero tan pequeño y escondido que probablemente jamás sea descubierto, como esa infinita lista de travesuras que se las llevo el olvido.

Hay tantas cosas que se asfíxian en mi garganta, tanta palabra atorada, tantas quejas escondidas, tantos rencores apagados,
tanto yo... y tanto tú,
tanto mundo en mi retína y tanto cielo en mis andares,
tanto de tí en el silencio, tanto danzando en el aire,

hay tanto de tí en mis ojos espías,
en mi vista perversa,
subliminal y dulce


No me basto, mucho menos las sonrisas,
no las hojas secas, ni la brisa.
No me me basto, ¿me ayudas?
No hay problema, lo presentía.


No todo está perdido, aún puedo seguír espiando,
horizontes, atardeceres, el mundo en un papel,
el lenguaje de las flores, tus falencias y la luz que ilumina tu ser,
el viento que mece tu cabello, el rocio que empaña mi piel
las estrellas que no brillan en el cielo, los secretos escritos en papel.

Los suspiros que lanzaste al viento,
(creo que esto no lo sabes)
hoy llegaron envueltos en miel.

1 comentario:

Anónimo dijo...

dices que a mi, por ser poeta,
me gusta caminar acompañado del ocaso y del silencio.

yo digo que,
con este escrito como prueba máxima,
no me soprendería encontrarme contigo
en uno de esos muchos paseitos mios
por la costa nocturna.


nos vemos pronto.